Las mentiras: ¿un mal necesario?
Aparentemente, cuando le mientes a los demás no hay grandes consecuencias, ni para ellos ni para ti.
Ellos seguirán con sus vidas como si nada hubiera pasado, sin que la mentira aparentemente les afecte.
Por tu parte, tu seguirás adelante, pensando en la mentira como un mal necesario, algo normal en las interacciones humanas, a lo que razonarás: "Todo el mundo sabe que todos mienten".
En otras palabras, mentir es algo común y pensar lo contrario es simplemente estúpido.
“¿Por qué no usar esta herramienta tan práctica que tenemos a la mano?”, te preguntas, sorprendido de que alguien siquiera cuestione este hecho.
Lo interesante es que quienes han perfeccionado el "arte" de mentir se han vuelto tan buenos en tal práctica que terminan desarrollando el cuestionable hábito de mentirse a sí mismos, esperando obtener los mismos beneficios que logran al engañar a los demás.
Pero, ¿cuáles son esos supuestos beneficios de mentirse a uno mismo?
Nuevamente, yo entiendo por qué las personas les mienten a otros, los "beneficios" que acarrea dicha actividad.
Te ahorras conversaciones incómodas, haces sentir bien a otros, evitas ciertas responsabilidades, encajas mejor en el grupo, y así por el estilo.
Pero mentirse a uno mismo, eso sí suena... contraproducente. Como mínimo, no parece tener los mismos "beneficios" que mentirle a los demás.
La amenaza
Después de todo, al final del día, cuando todos te dicen adiós y se van, ¿cómo se sienten esas mentiras cuando estas a solas contigo mismo?
¿No te observan esas mentiras en la noche, como una sombra en la esquina de tu cuarto mientras intentas dormir?
Piensa: puedes evitar a otras personas y esconderte de ellas, pero es bastante imposible escapar de ti mismo.
Tienes que vivir contigo, te guste o no la persona que ves en el espejo.
¿No sería mejor llevarse bien con uno mismo? ¿Dejar de pelearse consigo mismo?
Por ejemplo, te sigues repitiendo que estás bien.
Pero, ¿de verdad lo estás? ¿O te olvidaste de aquella noche en que bebiste como si no hubiera un mañana para así adormecer la tristeza que te estaba desgarrando desde adentro?
Continúas repitiendo ese plan a medias para tu futuro; que suena impresionante, por cierto.
Pero, ¿realmente lo vas a cumplir, o es otra distracción para evitar sentir esa familiar sensación de ser un incompetente y estar perdido en la vida?
Juras que ya no piensas en esa persona, que todo quedó en el pasado y que le deseas lo mejor.
¿Entonces por qué sigues revisando su perfil en redes sociales todas las noches?
Le sonreíste a tu amigo y le dijiste que el trabajo va bien, que no te puedes quejar.
¿Pero cúando vas a reconocer esa sensación de estar atrapado y sentirte miserable en tu trabajo, y no saber cómo salir de ahí porque tienes cuentas que pagar y una familia que depende de ti?
Te miras en el espejo y te convences de que la edad es solo un número, que te sientes igual de jóven que cuando tenías dieciocho años.
Pero, ¿ya olvidaste las pastillas que tomas para el dolor de espalda? ¿Y cómo cada vez piensas más en todas las cosas que no has hecho y en cómo el tiempo se te está acabando?
Quizás mentirle a otros no tenga grandes consecuencias que pongan en peligro la vida, pero mentirte a ti mismo sí.
Si no necesariamente el tipo de peligro que atenta contra tu vida biológica, sí el tipo que atenta contra tu vida espiritual.
Un libro sagrado dice: "Si un reino está dividido contra sí mismo, no puede mantenerse en pie." (Marcos 3:24-26)
Mentirse a uno mismo tiene el poder destructivo de dividirte internamente.
Y si tu mundo interior está dividido y débil, ¿cómo vas a construir una vida que refleje tus verdades personales?
Ahora bien, si por algún milagro y pura fuerza de voluntad logras construir una vida que cualquier otra persona envidiaría, excepto tú... ¿valdría la pena?
¿Cómo dejas que otros disfruten los frutos de tu esfuerzo mientras tú, el que se suponía que debía disfrutarlo, te sientes miserable?
¿Cómo puede tu conciencia descansar por las noches sabiendo que una versión tuya más auténtica está encerrada en ese cuarto frío y oscuro muy dentro de tí?
¿Acaso no escuchas los ecos de sus gritos de agonía retumbando por los pasillos, suplicando ser liberada?
¿No es eso que estás haciendo un acto cruel contra ti mismo? ¿Algo que, honestamente, podría considerarse un secuestro, y en el peor de los casos, un asesinato.
Yo lo he sentido. Y no es placentero.
El secuestrador vs arte
Por ejemplo, tuve un trabajo hace un par de años atrás, que me repetía yo, iba a ser lo mejor para mí.
De hecho, no solo ese trabajo iba a ser lo mejor para mí, sino que iba a ser exáctamente lo que yo necesitaba para construir el estilo de vida que yo deseaba. Era la pieza faltante.
Pronto me di cuenta de que todo era una farsa.
Cada día que entraba a trabajar, sentía que alguien más estaba viviendo mi vida por mí.
Mientras tanto, mi verdadero yo estaba secuestrado a la fuerza, encerrado en ese cuarto oscuro por ocho, diez, doce horas al día.
Pero continuaba aguantando. Me quería convencer de que ese trabajo era lo que yo quería y que el sacrificio valía la pena.
Hasta que el dolor fue tanto que comenzaba a llorar en el carro camino al trabajo, y luego durante el turno me escondía en el baño para seguir llorando aún más.
No fue hasta que decidí sentarme y realizé un par de pinturas sobre como me sentía, que me di cuenta de la verdad: que el camino en el que me encontraba estaba muy errado, que era para alguien más, pero no para mí.
Los colores, los elementos, y la técnica usada durante la creación de esas pinturas reflejaron sin lugar a dudas lo que estaba ocurriendo con mi mundo interior, porque el arte no miente.
El arte revela el subconsciente, a menudo antes de que podamos ponerle palabras, antes de que distorcionemos nuestra realidad.
A través de mis cuadros, tuve la oportunidad de expresarme honestemante y confrontar el vacío de no vivir un vida fiel a mi mismo.
Esa realización me obligó a enfrentarme a una verdad que había estado evitando: necesitaba cambiar.
Necesitaba dejar de mentirme sobre quién era y qué quería, y atreverme a ir por ello, independientemente de lo que pudiese ocurrir.
Desintoxicación de mentiras
“¿Significa entonces que si dejo de mentirme a mí mismo, todos mis problemas se van a resolver y voy a vivir feliz para siempre?”
Lamentablemente, no. La honestidad por sí sola no arregla todo, pero es el único punto de partida.
Ser honesto y admitir que nos hemos estado mintiendo a nosotros mismos es solo el primer paso.
Vas a tener que dejar ir ciertas partes de la historia que te has estado contando, lo que se va a sentir como arrancarte una curita pegada con fuerza. Obviamente, el proceso va a doler.
El segundo paso es aceptar y apropiarte de todo lo que queda y que eres tú, sin importar cuán bueno, malo y complicado pueda ser.
En esta etapa, el peso de la vergüenza puede sentirse inmenso.
Te vas a dar cuenta de que no eres tan grandioso, tan inteligente, tan talentoso, tan joven o tan saludable como pensabas. Y eso te hará sentir pequeño y vulnerable en comparación con esa versión inflada de ti mismo que creaste para esconder tus imperfecciones.
El tercer paso es decidir qué puedes hacer al respecto, si es que hay algo que se puede hacer.
¿Tienes que hacer las paces con ese aspecto de ti porque está fuera de tu control y no hay nada que puedas hacer?
¿Tienes que cambiarlo porque reconoces sin lugar a dudas que está mal?
¿O mejorar dicho aspecto porque sabes que puedes hacerlo mejor?
El cuarto paso es lanzarte al proceso real de sanación, sea lo que sea que esto implique para tu situación en particular.
Este es el paso más laborioso y también el más difícil. Va a requerir cada onza de tu fuerza de voluntad para no volver a caer en viejos hábitos.
Solo así podrás empezar a disfrutar los verdaderos beneficios de vivir una vida que se sienta más auténtica para ti.
“Pero, ¿cómo puedo saber si me estoy mintiendo a mí mismo?”
Buena pregunta. Al fin y al cabo, “¿Cómo voy a darme cuenta de lo que no sé si ni siquiera soy consciente de ello?”
La respuesta está en las discrepancias entre lo que dices, lo que haces y los resultados que obtienes.
En otras palabras, dices una cosa, actúas de otra manera y obtienes resultados que no tienen nada que ver con lo que esperabas.
La narrativa entre esas tres cosas está rota e incongruente.
Cuando la narrativa entre lo que piensas, lo que haces y lo que consigues no cuadra, observa bien, porque por ahí, en algún rincón, está escondida la mentira que te ha estado saboteando la vida.
Conclusión
Estoy en contra de la idea de mentir, después de todo, mentirle a otros es, y en gran medida, mentirse a uno mismo.
Y mentirse a uno mismo es, como ya se discutió, contraproducente.
Es por eso que me hubiera encantado decirte que no miento. Pero no puedo, porque sí miento aveces.
Ser completamente honesto y aceptar tu verdad sin pudor alguno no es tan fácil como puede haber parecido através de este artículo. Y si lo hice ver así, mis disculpas.
Esto no es para los débiles de corazón.
Hace falta mucha fuerza interna y sabiduría para mantenerte firme y expresarte con honestidad, ya sea contigo mismo o con los demás, sin importar lo incómodo o doloroso que pueda ser.
Pero, al igual que cualquier proceso de desintoxicación, se necesita tiempo para "limpiar", para deshacerte de esas mentiras que te atormentan por las noches.
Me gusta pensar, sin embargo, que la satisfacción de aceptar y vivir fiel a ti mismo, y con ello tener paz mental, valdrá cada gota de sudor (o lágrima), y que se sentirá mejor que tratar de escapar de quien realmente eres.
Palabras finales
Hay algo más que quiero añadir, y que quizás parezca paradójico.
Tiene que ver con tu "verdadero yo", un concepto que, a lo largo del artículo, puede haber parecido algo fijo, inmóvil en el tiempo y espacio.
Sí, es cierto que hay partes de nosotros que se mantienen iguales durante toda la vida, y no importa cuánto intentemos cambiarlas, no mucho ocurrirá.
Y eso está bien.
Esas partes inmutables nos dan una base segura, una identidad que nos ayuda a sentirnos "en casa" dentro de nosotros mismos sin importar lo que pase "allá afuera en el mundo". Son nuestra brújula para navegar la vida.
Pero también es cierto que otras partes de nosotros están en constante cambio, siempre evolucionando.
Y eso también es bueno. De hecho, es necesario.
De lo contrario, ¿cómo podrías adaptarte a las diferentes circunstancias y desafíos que enfrentas cada día?
Algunas experiencias exigen transformación.
Nos empujan a crecer, ajustarnos y salir al otro lado más fuertes.
Y como resultado, algunos cambios terminan siendo permanentes.
Se integran en lo que eres, redefiniendo tu concepto de ti mismo en un ciclo constante.
Por eso, lo que era cierto para ti ayer podría ser una mentira hoy, o viceversa.
Pero mientras seas honesto acerca de esas transiciones en tu siempre cambiante yo, vivirás una vida auténtica.
En otras palabras, la verdad sobre ti puede cambiar en cualquier momento, pero la honestidad sobre esas verdades no debería.
Autor: Jason Berberena
Escritor, artista visual, y co-fundador de Kreation Artzone.